14/06/2015

Autora: María Concepción Torres Díaz. Profesora de Derecho Constitucional (UA) y abogada.

Publicado originalmente en el Blog de Agenda Pública para el eldiario.es. Puede consultarse en la siguiente dirección url: http://www.eldiario.es/agendapublica/blog/denuncia-violencia-machista_6_398670147.html

El viernes 12 de junio el Grupo de Expertos/as en Violencia de Género y Doméstica del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) hacía público el informe de datos judiciales estadísticos sobre violencia de género correspondientes al primer trimestre de 2015. Entre los datos que cabe reseñar cabe prestar especial atención a las denuncias por violencia machista. Y es que se observa una disminución en las denuncias presentadas en el primer trimestre de 2015 con respecto al trimestre de 2014. En este sentido cabe destacar que mientras que en estos primeros tres meses del año 2015, el número de denuncias presentadas por violencia machista se situó en 30.293, en 2014 el número de denuncias ascendió a 30.411. Se observa en este último año un descenso del 0,4%. Descenso que, quizás, no sea muy acusado pero que cruzado con otros datos como las renuncias a seguir con el procedimiento, el acogimiento a la dispensa para no declarar, los sobreseimientos, etc. revelan dimensiones de este tipo de violencia que es necesario abordar.

El gráfico que sigue recoge los datos sobre denuncias correspondientes al primer trimestre de los años comprendidos 2010-2015. Se aprecia una tendencia reduccionista en el número de denuncias presentadas. Así, mientras que en 2010 y 2011 el número de denuncias se situó en 32.492, en 2013 sufrió un notable retroceso situándose en 29.487 – la más baja del periodo seleccionado.

Siguiendo con el análisis de las denuncias presentadas por violencia machista corresponde – en estos momentos – determinar ¿Quién o quiénes denuncian las situaciones de maltrato en el ámbito afectivo/convivencial? Pues bien, el gráfico que sigue recoge los datos sobre esta cuestión.

Se observa como la mayoría de las denuncias por violencia machista provienen de atestados policiales con denuncia de la víctima (19.495), le siguen los atestados policiales por intervención directa policial (4.650) y los partes de lesiones recibidos directamente en el juzgado (3.529). A continuación, se sitúan las denuncias presentadas directamente por la víctima en el juzgado (1.399), las denuncias por servicios de asistencia o terceros en general (641), las denuncias que provienen de atestados policiales con denuncia de familiares (346) y, por último, las denuncias presentadas directamente por familiares en el juzgado (233).

Siguiendo con el estudio de los datos de denuncias por violencia machista corresponde en estos momentos llamar la atención sobre el escaso número de denuncias presentados por familiares de la víctima. Una cuestión que no es nueva ya que se repite a lo largo de la serie histórica en los datos judiciales estadísticos del CGPJ y que también recogió la Macroencuesta sobre violencia de género 2015.

Relacionando los datos sobre denuncias con las víctimas mortales por violencia machista en lo que llevamos de 2015, conviene significar que de un total de 14 víctimas mortales (según los datos provisionales de la ficha-resumen del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) solo tres habían presentado denuncia. En dos de los casos la denuncia había sido presentada por la propia víctima mientras que en uno la denuncia había sido presentada por otra persona.

Tras los datos expuestos las preguntas que subyacen podrían ser: ¿Por qué las víctimas no denuncian?; o, ¿Por qué no se denuncia la violencia machista?

Pues bien, centrando la atención en los motivos por los cuales las víctimas no denuncian se podrían destacar principalmente tres (recogidos en la Macroencuesta de 2015): no conceder suficiente importancia a la violencia de género sufrida (44,6%), miedo (26,56%) y vergüenza (21,08%). Pero junto a éstos hay otros que aunque tienen una incidencia menor conviene no minusvalorar, entre ellos: carecer de recursos económicos propios (8,36%), autoinculpación (9,22%), dependencia emocional (9,05%), miedo a perder a los hijos/as (8,36%), temor a que se cuestione su credibilidad (8,23%) y, no menos importante, no querer que su pareja o ex pareja fuera arrestada (7,39%) o no querer que sus hijos/as perdiesen a su padre (6,79%). Por último, aunque con un porcentaje mucho menor, otro motivo para no denunciar es por disuasión por parte de la propia pareja o de un tercero (3,92%).

A bote pronto, una lectura rápida de los motivos aducidos para no denunciar nos permite relacionarlos con la propia forma de socialización patriarcal y los mandatos patriarcales del sistema sexo/género en el ámbito afectivo/convivencial. Mandatos que hacen ver como normal situaciones que constituyen auténticos abusos de poder. En este punto los datos relacionados con el no conceder suficiente importancia a la violencia de género sufrida, los datos sobre el miedo que paraliza e inmoviliza a las víctimas o los relacionados con ese sentimiento de vergüenza que albergan resultan significativos. Por no citar los referidos a la autoinculpación, el miedo a perder a los hijos e hijas o los relativos a que se cuestione su credibilidad.

Llegados a este punto, y para concluir este post, simplemente apunto algunas reflexiones sobre las implicaciones de la denuncia. Y es que denunciar la violencia machista no es fácil (y menos para las víctimas) porque lleva de suyo un posicionamiento claro frente al pacto patriarcal. Supone romper con el contrato sexual sobre el que se han erigido (y erigen) las relaciones políticas, económicas, sociales, culturales, etc. De ahí los obstáculos y resistencias que tienen que sortear las víctimas si deciden denunciar pese a que el discurso oficial las anima a ello. Y hablar de obstáculos y resistencias en el ámbito de la violencia machista no es nuevo. Ya lo apuntaba Stuart Mill (1806-1873) cuando denunciaba la dimensión patriarcal de la Justicia y cuando señalaba como la mujer “es la única persona (…) que, después de probado ante los jueces que ha sido víctima de una injusticia, se queda entregada al injusto, al reo. Por eso las mujeres apenas se atreven, ni aún después de malos tratamientos muy largos y odiosos, a reclamar la acción de las leyes que intentan protegerlas; y si en el colmo de la indignación o cediendo a algún consejo recurren a ellas, no tardan en hacer cuanto sea posible por ocultar sus miserias, por interceder en favor de su tirano y evitarle el castigo que merece”.

Obviamente, la situación actual no se corresponde totalmente por la descrita por el autor de ‘La esclavitud femenina’ pero sí se dan muchos elementos de convergencia como cabe extrapolar del fragmento extracto en este post.

Artículo de Concepción Torres. Analista de Agenda Pública.