Artículo de María Concepción Torres Díaz. Profesora de Derecho Constitucional y Abogada. Publicado en Bez.es el 09/11/2015. Puede consultarse aquí: http://www.bez.es/892372084/El-7N-como-punto-de-inflexion.html
El sábado 7 de noviembre hubo una cita importante en Madrid: la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas. Una gran manifestación convocada por asociaciones feministas y a las que se han ido sumando voces críticas con la forma de socialización patriarcal. El éxito de la convocatoria ha supuesto – desde el punto de vista público/político – una denuncia colectiva sin precedentes de las violencias (en plural) que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Y hablar de violencias implica un claro posicionamiento frente al pacto patriarcal. Implica visibilizar el conflicto sexo/género que ha favorecido que el contrato sexual (Pateman, 1988) – o, en palabras de Jónasdóttir (1993), el pacto socio/sexual – haya permanecido casi inmutable a lo largo del tiempo. Y esto no es banal desde el momento en que se observa como las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales han emergido (y emergen) de ese pacto primigenio que se ha valido de la institucionalización de la subordinación sexual de las mujeres. Gerda Lerner (1986) ya se manifestaba en estos términos cuando denunciaba el control sexual de las mujeres. Control que ha tenido (y tiene) múltiples dimensiones como la apropiación de la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres, la perpetuación de su dependencia económica, la escasa visibilización de las mujeres en los espacios de poder, etc. Y es que, no nos equivoquemos, es la práctica discursiva y cultural de ‘lo sexual’ desde el paradigma dominante desde donde se legitima la subordinación sexual de las mujeres (y desde donde ésta se perpetúa). Una subordinación basada en la diferencia sexual que los feminismos – como pensamiento crítico – han identificado como diferencia política, esto es, la diferencia entre la libertad y la sujeción. Pero, incluso, se podría ir más allá y hablar de la diferencia entre lo que supone el ser conceptuadas como ‘sujetos’ o el ser instaladas en la otredad en clara referencia a Simone de Beauvoir (1949). Una diferencia que se podría concretar – en última instancia – en determinar quién ejerce el poder y quién mantiene sus privilegios. Y no menos importante en determinar el marco conceptual de análisis en aras de una aproximación crítica al desarrollo normativo en materia de igualdad. Desde estos planteamientos el análisis de los espacios y las prácticas discursivas del poder se tornan esenciales. Y todo ello para identificar y denunciar las violencias machistas y sus múltiples dimensiones. El análisis de datos – en este punto resulta crucial – máxime teniendo en cuenta que un 25,4% de mujeres ha sufrido violencia psicológica de control en España alguna vez en la vida, un 21,9% ha sufrido violencia psicológica emocional y un 10,8% ha sufrido violencia económica (datos de la Macroencuesta sobre violencia de género correspondiente a 2015). O que un 5% de las europeas mayores de 15 años ha sido violada, un 43% de mujeres europeas ha sufrido alguna forma de violencia psicológica por parte de su actual pareja masculina o de una anterior y un 55% de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido alguna forma de acoso sexual (datos del Informe de 2014 de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea). Continue Reading