No existe problema alguno si no hay una persona (o grupo de personas) que lo defina como tal y lo padezca. La clave para los feminismos estriba en hacer de la esfera personal también un espacio político.

vdg

El 7 de octubre conocimos el avance de resultados del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) correspondiente a septiembre de 2015 (Estudio nº 3109). Como viene siendo habitual junto a las tradicionales preguntas relacionadas con la situación económica y la situación política general en España hay una pregunta (pregunta nº 7) que resulta muy reveladora desde el punto de vista de la percepción social de los principales problemas existentes actualmente. La pregunta está formulada en los siguientes términos: “¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?”. Pues bien, entre los ítems a marcar – en primer, segundo y tercer lugar – se encuentran los siguientes: el paro, las drogas, la inseguridad ciudadana, el terrorismo (ETA), las infraestructuras, la sanidad, la vivienda, los problemas de índole económica, los problemas relacionados con la calidad del empleo, etc. En el puesto 19 de este elenco se encuentra “la violencia contra las mujeres” y en el lugar 27 “los problemas relacionados con la mujer”. Pues bien, un análisis detenido de los datos que arroja esta pregunta a lo largo de la serie histórica pone de manifiesto la escasa percepción social de la violencia de género como uno de los principales problemas a atajar. En la misma línea se encuentra – pese a su indefinición y/o falta de concreción – los “problemas relacionados con la mujer”. Pero veamos los datos que ofrece la última encuesta del CIS (septiembre de 2015). Y es que para un 55,4% de personas (de un total de 2.491) el paro es el principal (y primer) problema, seguido de la corrupción y el fraude marcado por el 15,4% y de los problemas de índole económica señalado por un 7,9% de las personas encuestadas como primera (y principal) opción. En el caso de la violencia contra las mujeres solo un 0,2% de las personas encuestadas – o lo que es lo mismo solo 4,9 personas de un total de 2.491 – lo marcaron como primer (y principal) problema de España. Si bien es cierto que para un 0,5% de las personas encuestadas se sitúa como el segundo problema y para un 0,6% como el tercer problema. Sin duda son datos para pensar, máxime teniendo en cuenta que la encuesta se realizó entre el 2 y el 12 de septiembre y, por tanto, tras un verano negro en el que un total de 34 mujeres fueron asesinadas por hombres (meses de junio-agosto) según los datos registrados por Feminicidio.net. Los datos evidencian una importante falta de concienciación social y también percepción crítica ante este tipo de violencia a pesar de la leve mejora (muy leve) que se puede atisbar con respecto a encuestas anteriores ( julio 2015, junio 2015, mayo 2015, abril 2015, marzo 2015, febrero 2015 y enero 2015).

Otra pregunta que se incluye en la encuesta del CIS y que arroja también unos datos similares es la pregunta nº 8 cuyo tenor literal es el siguiente: “¿Y cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?”. Pues bien los datos – sintéticamente – son los siguientes. Los tres primeros puestos en cuanto a los problemas que más les afectan a las personas encuestadas son: el paro (34,4%), los problemas de índole económica (11,2%) y la corrupción y el fraude (5,9%). Con respecto a los datos sobre violencia contra las mujeres, un 0,1% de las personas encuestadas señalaron que éste era el problema que más le afectaba en segundo y tercer lugar – no hay datos con respecto a ser éste el primer problema por el que se ven afectadas las personas encuestadas.  Por su parte, llama la atención que el ítem correspondiente a “los problemas relacionados con la mujer” no fuera marcado como primer problema ni como tercero y no contenga datos con respecto a ser considerado como el segundo problema por el que se ven afectadas (directa o indirectamente) las personas encuestadas.

Son muchas las reflexiones que el análisis de estos datos sugieren desde la lógica crítica de la perspectiva de género. Sobre todo si de lo que se trata es de advertir cómo la lógica patriarcal se ha encargado de neutralizar (e inocular) determinados elementos que dificultan una percepción crítica/social de todos esas conductas (y formas de ser y estar) que dan muestras día sí (y día también) de la desigualdad estructural que genera el sistema sexo/género. Una desigualdad que no es anodina sino que interesa al discurso dominante/patriarcal por cuanto no cuestiona las estructuras de poder socio/sexual y, por tanto, impide que sea percibido como problema para muchas personas – sirva como ejemplo los datos del CIS brevemente comentados. Y si no es percibido como problema, obviamente, no se articulan los mecanismos necesarios para su solución. Decía S. Harding (1987) que “(…) no existe problema alguno si no hay una persona (o grupo de personas) que lo defina como tal y lo padezca”. Pues bien, ahí estamos con respecto a la violencia de género. Y ahí están los movimientos de mujeres y feministas que han marcado y señalado como un grave problema social la violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo – con las implicaciones conceptuales que esta precisión terminológica lleva implícita. Y que han conseguido trasladar al escenario público/político – al escenario donde se debaten los asuntos importantes y donde se toman acuerdos y decisiones, al escenario desde donde se ejerce y se gestiona el poder – este tipo de violencia inaceptable para una sociedad democrática avanzada. La clave para los feminismos (y para el feminismo jurídico, en particular) estriba en hacer de la esfera personal también un espacio político – algo que no es nuevo – pero de suma importancia porque como decía B. Sichtermann (1986) “(…) una mujer en el parlamento o en una plataforma política equivale a hacer público algo tan personal como (…) el bajo de una falda (…)”. La Marcha Estatal contra las Violencias Machistas del próximo día 7 de noviembre cabría encuadrarla dentro de esta línea crítica que confiere carácter público/político ‘lo inaceptable’ de la violencia de género y ‘lo incomprensible’ de ese ‘silencio cómplice’ que deviene en ‘tolerancia social’ cuando no se actúa. Titulaba este post ‘Nadie hablará de nosotras …’ y por nosotras para denunciar la violencia de género y, en este punto, retorno a las palabras de Harding para marcar la violencia de género como un grave problema que socava las estructuras democráticas de cualquier sociedad avanzada por cuanto afecta a los derechos más esenciales de más de la mitad de la humanidad. ‘Nadie hablará de nosotras … o, puede que sí’.